LA INQUISICIÓN Y EL PRIMER POEMARIO ESCRITO EN NICARAGUA
Jorge Eduardo Arellano
DESDE LA ciudad de México, el obispo de Nicaragua Antonio de Zayas mandó a una dignidad de su cabildo catedralicio en León Viejo ––el chantre Alonso del Pozo–– que recibiera al obispo Alonso Granero de Ávalos. Procedente de América del Sur, Ávalos era comisario del Santo Oficio, tribunal instalado desde 1571 en el Reino de Guatemala y desarrollado en su inicial etapa agresiva en la provincia de Nicaragua. Ávalos, en vez de residir en la casa episcopal ofrecida por Del Pozo, prefirió hospedarse en casa del tesorero Juan Moreno Álvarez de Toledo, quien decía ser su pariente.
Este alto funcionario carecía de estima en León de Imabite, ya que no era limpio de linaje: descendía de judíos conversos. El obispo Ávalos, por tanto, residía en casa de un seglar, de no muy buena fama, con esposa, cuñadas y varias mujeres durmiendo bajo un mismo techo… Las murmuraciones no se hicieron esperar, máxime cuando ––lo reconocía el obispo Zayas–– en esta tierra a nadie se perdona, y entre más sagrado es el lugar, más se profana. Moreno Álvarez de Toledo, español natural de Granada, había partido hacia Nicaragua el 24 de abril de 1557 y era, en realidad, hijo del genovés Ángel Moreno y de la judeoconversa María de Toledo.
Ya ejerciendo la tesorería de Nicaragua en León de Imabite, su trayectoria fue larga y exitosa, aunque no exenta de lances. Y el más significativo fue el que tuvo con el escribano real Rodrigo de Évora, español nacido en Jerez de la Frontera. Évora compuso varias coplas sobre todas las personas involucradas en el asunto que, recogidas en un librillo, divulgó ampliamente. Según parece, aquellos versos destilaban veneno. En ellos deshonraba al tesorero Moreno Álvarez de Toledo y a su familia, e indirectamente al obispo Ávalos, y a otros vecinos de la provincia, haciendo contra ellos, coplas inflamatorias, y levantándoles cosas muy perjudiciales a su honra, llamándoles moros y judíos, y horadados por detrás y dudosos en la fe, y que leen en Alcorán y otras cosas semejantes, infamando así hombres como mujeres […]
El prelado e inquisidor Ávalos no solo fue ridiculizado. Sin conocerlo personalmente, Évora decía que trataba con la familia de Moreno Álvarez de Toledo cosas ilícitas e inhonestas; y que por su buena correspondencia no los delataba a la Inquisición, pese a su fama de conversos. Las coplas corrieron de boca en boca, y constó que, en el cabildo catedralicio y en las iglesias, dignidades, canónigos, clérigos (entre ellos Francisco Mora, cura doctrinero del pueblo de Masaya) y seglares las comentaban, riéndose entre ellos de los vecinos difamados. Ni corto ni perezoso, Ávalos ordenó prender al humorista. Este admitió todo. Por ello fue torturado y el 8 de febrero de 1581, en la villa del Realejo, condenado por el obispo Ávalos a penas muy duras: paseado por las calles con un atuendo vergonzante, tendría que recibir doscientos azotes en la villa del Realejo, y cien más en la ciudad de León de Imabite, donde principalmente causó la infamia de muchas personas contenidas en el dicho líbelo. Cumpliría el escribano Évora, acto seguido, penas de galeras durante seis años, sirviendo como galeote al remo, sin sueldo alguno; y la sanción pecuniaria de cien pesos de oro de minas, más el abono en los gastos del Santo Oficio.
Y así fue ejecutado, excepto lo de las galeras, de las cuales el rimador consiguió librarse. Trasladado a México, donde operaba la máxima autoridad del Santo Oficio, apeló la sentencia. También fueron acusadas trece personas más, entre clérigos y legos, que habían reído al oír o leer las mentadas coplas. De paso, el obispo excomulgó a una negra que no quiso comparecer ante él para averiguación de una saya que tomaron a la ama de casa. Las mujeres de la familia del tesorero Moreno Álvarez de Toledo, seguramente furiosas con Évora, hicieron su propia campaña divulgativa cuando Ávalos residía en su casa y llevaba el proceso del mísero escribano Évora.
[Tomado de la obra León de Nicaragua y su vida cotidiana en el siglo XVI. Managua, JEA-Editor, febrero, 2023, pp. 232-234].
